lunes, 24 de septiembre de 2007
Siguen los minicuentos...
De repente todo se oscureció, de repente todo se silenció. Todos callados, todos atónitos por lo que habían presenciado.
El filo de la navaja ensangrentada y el cuerpo en el piso dejaba a todos sin palabras y sorprendidos por el hecho.
Él había escapado al instante corriendo sin mirar para atrás; el policía que se apoyaba en la patrulla se distraía con una pista falsa en la que el asesino era atropellado por el tren.
-Y como le digo, señor, la obra termina así, todos aplauden, me levanto del piso, muestro la navaja, nos abrazamos y saludamos.
Matías Hanna 2do.H
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